1115 - Isaías 1. La gran invitación de Dios. Is 1:18
Descansando en Dios - Un pódcast de Francisco Atencio
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1115 – Is 1:18 Isaías 1. La gran invitación de Dios. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Los primeros seis capítulos de Isaías forman una introducción que presenta los temas principales que se desarrollarán a través del libro. Isaías profetizó durante el período del reino dividido, dirigiendo el mayor enfoque de su mensaje al reino sureño de Judá. Él condenó el ritualismo vacío de su día (Is 1:10-15) y la idolatría en la que muchos del pueblo habían caído (Is 40:18-20). Él miró hacia adelante y vio la cautividad babilónica venidera de Judá a causa de apartarse del Señor (Is 39:6-7). Éste primer mensaje toma la estructura de un juicio formal. Dios Altísimo es el Juez, Israel es el acusado, y los cielos y la tierra son los testigos. El Juez acusa. (Is 1:2-17). El juicio comienza con el Juez denunciando la perversidad de su pueblo. Señala primeramente la rebeldía nacional (Is 1:2b-9) y sigue con una acusación severa contra la hipocresía religiosa (Is 1:10-14). Termina citando la injusticia social que imperaba en la nación (Is 1:15-17). El Juez invita (Is 1:18-20). Enseguida, el Juez pide al pueblo que arregle cuentas con Él y hace la gran invitación (Is 1:18) y deja claro que el resultado del juicio depende totalmente de lo que ellos decidan, su libre albedrio (Is 1:19-20). El Juez evalúa (Is 1:21-31). El Juez finaliza evaluando a Jerusalén. Contrasta la anterior ciudad fiel con la corrupta actual (Is 1:21-23). “Jehová de los ejércitos” “Jehová Sabaot” (usado 62 veces) promete la redención para el remanente fiel (Is 1:24-27) y castigar a los rebeldes e idolatras (Is 1:28-31). I. La condición culpable del pueblo (Is 1:2-9). Son acusados de rebelión. “Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí.” (Is 1:2). Dios los alimentó y los sacó de Egipto, y los llevó a través del desierto a una tierra de privilegio y de abundancia. Pero ellos se rebelaron contra Dios. ¿Y no hemos sido nosotros, alimentados y criados en una tierra de luz y privilegio del Evangelio? ¿Estamos todavía en rebelión contra Dios? “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2Co 13:5). En el pueblo de Dios había: 1. Falta de discernimiento. “Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento.” (Is 1:3). Se volvieron más desconsiderados y desagradecidos para con su Amo y Proveedor que el buey o el asno. Cuando dejamos de discernir la obra del Señor hemos entrado ya en el camino del recaído. 2. Orgullo. “Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel” (Is 1:4). Cuando el creyente decide hacer su propia voluntad y andar en sus propios caminos, es como los que dicen: “Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos.” (Sal 2:3-4). 3.Perversidad. “¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis?” (Is 1:5). No sorpotarian la disciplina como hijos y serían tratados como bastardos (He 12:5-8). Es muy doloroso cuando Dios tiene que decir: “En vano he azotado a vuestros hijos; no han recibido corrección” (Jer 2:30). 4. Corrupción. “Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas,
