Orar cuando no siento nada.
En las manos de Dios - Un pódcast de Israel Meza

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Hay momentos en la vida donde el alma se silencia, no porque haya encontrado paz, sino porque ha perdido el eco de lo sagrado. Orar se convierte en un acto extraño, una rutina sin alma, una plegaria sin pasión. Nos sentamos en el mismo rincón, en la misma hora, cerramos los ojos… y no sentimos nada. El fervor que antes nos impulsaba ahora parece lejano, como una llama que se ha convertido en brasas. David, el salmista que danzaba ante la presencia divina, también conoció esta sequedad del alma cuando escribió: “¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?” (Salmo 13:1). Esta pregunta no nace desde la teología, sino desde el abismo emocional del creyente. ¿Dónde estás, Señor, cuando no te siento? ¿Dónde estás cuando oro y solo escucho el sonido de mi propia voz?
Tu amigo Israel Meza, que Dios te bendiga siempre y recibe un fuerte abrazo.